Si lo se no vengo
Si lo se no vengo es la prueba palpable de que todos tenemos un pasado más o menos turbio.
Fue un programa concurso que se emitía en Televisión Española (TVE 1) los jueves por la noche. Posteriormente pasó a la tarde de los domingos y estuvo en antena entre 1985 y 1988. Según algunas fuentes acumuló audiencias de hasta catorce millones de espectadores, cifra que me parece irrisoria teniendo en cuenta que sólo había un canal de televisión (me niego a considerar a La 2 como un canal en aquella época).
Su presentador fue Jordi Hurtado que murió hace poco, pero que volvió de entre los muertos para convertirse en ídolo de gafapastas pseudo-intelectuales gracias a su actual programa Saber y ganar.
Otras teorías que afirman que Jordi sigue muerto, apuntan a que TVE, al saber que Jordi iba a palmar, le hizo grabar todas las respuestas y preguntas posibles, con todos los trajes y corbatas posibles, sobre un fondo neutro, y que llevan años cortando y pegando esas intervenciones con las de los concursantes.
Hay otra corriente que asegura que Jordi Hurtado no está muerto, sino que simplemente es un ciborg (organismo cibernético). Os dejo que vosotros saquéis vuestras propias conclusiones, pero tened en cuenta algunas cosas, como mínimo inquietantes: Jordi nunca comparte plano con nadie y está físicamente igual que hace 10 años… Bueno, bueno, vuelvo al Si lo se no vengo que me lío.
El concurso duraba una hora y consistía en superar una serie de pruebas físicas a la vez que se iban respondiendo preguntas hechas por Juanjo Cardenal (sí, el mismo que hace las preguntas en Saber y ganar). Se oía «Atención: Pregunta» ¿De que color es el caballo blanco de Santiago? Y el concursante tenía que responder mientras se comía una caja de polvorones (esto es sólo un ejemplo salido de mi memoria que puede no ser del todo veraz). Cada respuesta correcta eran diez mil pelas de las de antes, o sea, 60 asquerosos euros de los de ahora.
Cuando el concursante acababa satisfactoriamente una prueba, Jordi gritaba «prueba superada», y el concursante acumulaba mil kilómetros que después podría cambiar por un viaje.
La última fase se llamaba «Doble o mitad» y en ella el concursante podía doblar lo conseguido o perder la mitad. A partir de aquí todo era una locura. Había una sirena infernal que volvía loco al participante, que tenía que intentar superar una prueba y después otra o las dos a la vez, y mientras tenía que seguir respondiendo preguntas. Vamos que el premio final estaba más que merecido. Probablemente parte del dinero de la mayoría de concursantes fuera destinado a una cura de reposo de esas que hacen los famosos cuando se les va la olla.
En Si lo sé no vengo todos los protagonistas tenían un mote: Virginia Mataix era la chica de enfrente. Jordi Hurtado era “el enterao” (ya lo iban calando desde joven). González y González eran los forzudos dopados del sótano que arrastraban a los concursantes de un sitio para otro. Las azafatas eran las vecinitas de arriba. Rafael Blanch era el incansable vecino del piano (por no llamarle el pesao). El participante era “el osado concursante”. También estaban los miembros del equipo técnico que eran el apañao, el remiendos, el bombillas… Habitantes todos de un concurso de locos, como decía el opening que podéis ver más abajo.
Observad con asombro la cara de loco del primer participante de la historia del concurso. Normal que estuviera soltero.