Concurso de microrrelatos
Hoy he recibido un misterioso imeil invitándome a participar en un concurso de microrrelatos sobre el apasionante mundo de los anuncios clasificados.
No cabe duda de que es un gran tema sobre el que escribir. Con sólo leer las bases, miles de ideas han eclosionado en mi cerebro y, acto seguido, han huido por los agujeros de las orejas. De las pocas que se han quedado dentro, tan torpes que ni siquiera han sido capaces de escapar, me he quedado con esta.
Lamentablemente, me ha salido un «microrrelato» el doble de gordo de lo permitido por las reglas del concurso (300 palabras es el máximo). Os lo dejo igualmente a ver qué os parece y ya escribiré otro que cumpla las normas.
La rata roja
Faltaban sólo dos meses para su cumpleaños. Cuarenta ya. Cómo ha pasado el tiempo…
A esas alturas, Ana me miraba poco, pero cuando lo hacía, todavía podía apreciar el rencor detrás de aquellos ojos negros.
En los diez meses anteriores, había sido incapaz de hacerla entender el motivo por que había olvidado su anterior cumpleaños.
A decir verdad, tampoco es que hubiera un motivo, simplemente lo olvidé. Pero a una mujer como ella, no se le puede decir eso y pretender vivir para contarlo.
El caso es que a dos meses del gran día, no tenía ni idea de qué podría regalarle. Veinticinco años de relación dan para muchos regalos y mi imaginación ya no es lo que era. Tampoco mis sentimientos…
Encendí el ordenador con la esperanza de que algo en Internet, iluminara mi camino. Preparé mis cigarrillos, mi botella de agua y mi cojín especial para el culo y entré en una página de esas donde la gente vende partes de su vida en forma de anuncios clasificados. Tal vez allí encontrara algo que fuera del agrado de Ana.
Teléfonos móviles, una Thermomix, entradas para Joaquín Sabina, una Motoreta, una caja de Juegos Reunidos Geyper, un perro, una piragua… ¡Un Momento!
-Vendo caja de Juegos Reunidos Geyper de 45, en buen estado, sólo falta la rata roja del juego de las ratas. 10 Euros. Preguntar por Lola.
Algo en mi cerebro se removió y me hizo recordar las historias que me contaba Ana cuando aún nos hablábamos mirándonos a la cara. Tardes de domingo en el pueblo, junto a la chimenea, las tazas de chocolate caliente de la abuela y partidas de Parchís con toda la familia…
Esta es la mía, me dije. Con esto volveré a ver esa sonrisa que ya casi ni recuerdo. Cogí el teléfono y marqué.
Lola: ¡Ya te he dicho que me dejes en paz!¡No me vuelvas a llamar, hijo de puta!
Yo: Ehh… ¿Hola?
Lola: Uhh… ¿Si?
Yo: Te llamaba por el anuncio ese de los Juegos Reunidos Geyper pero creo que te pillo en mal momento…
Lola: ¿En mal momento? ¡Tu qué coño sabes! ¿Quieres los juegos o no?
Yo: Uhh… Si, claro. Por eso…
Lola: Te espero en media hora en el monolito de la Plaza de la Merced. Llevaré un vestido de rallas gordas, azules y blancas.
Yo: Vale pero…
Lola: Hasta ahorita.