Los chinitos de la suerte
Esta semana estoy en Madrid por un tema de trabajo. Inspirado por la cantidad ingente de humanos chinos (cudeiros y de los normales) que hay en esta ciudad, no me quedaba otra que escribir sobre los míticos chinitos de la suerte.
Los chinitos de la suerte aparecieron de la nada y al poco tiempo todo el mundo tenía entre una y doscientas unidades colgando de alguna parte de su cuerpo. Algunos investigadores de lo paranormal les atribuyen orígenes alienígenas y poderes sobre humanos. Otros, por el contrario, mantienen que empezaron siendo un regalo de la revista Super Pop y acabaron por convertirse en un producto más de consumo por el que había que aflojar parte de tu paga.
Si lo piensas bien, esa teoría de tu madre de que los camellos te dan drogaina gratis para que te enganches y luego empezar a cobrártela, es aplicable también a los chinitos de la suerte.
El producto era más simple que un capítulo de los Power Rangers: Un cuerpo de madera procedente de palillos de dientes usados, molidos y convertidos en una especie de aglomerado barato con ligera forma humanoide, atravesado por una cuerda procedente de los tampones usados en Vietnam, y pintados con colores demenciales que les conferían poderes sobrenaturales.
Probablemente fueran ensamblados en algún taller chino clandestino (pues atríncame el pepino1), por niños hacinados en jaulas, con jornadas laborales de 27 horas diarias.
Se dice que los chinitos de la suerte estaban inspirados en unos amuletos chinos que consistían en una calabaza seca sobre la que escribían ciertas palabras chinas que atraían a la buena suerte. Esas calabazas se veían mucho en las películas de Bruce Lee y actualmente se pueden observar en todos los restaurantes chinos.
En España, que por aquel entonces contaba con la friolera de tres personas conocedoras del idioma chino, se optó por la utilización de un código de colores. Así hasta el ser más inútil e inculto del país, sería capaz de comprender el inmenso poder que atesoraban aquellos pequeños trozos de madera horripilantes.
Así el chinito rojo tenia el poder del amor, el negro el del sexo (por el color habitual del vello púbico), el amarillo el del dinero, el rosa el de la amistad, el azul el de los estudios, el blanco el de la salud y el marrón tenía el poder de evitar el estreñimiento ocasional. De ahí que las pastillas Fave de fuca sean fabricadas a partir de chinitos de la suerte marrones molidos.
Con el paso de los años, la gente, que no es tonta, fue descubriendo que el poder de los chinitos de la suerte no era demasiado efectivo y se empezó a sospechar levemente de que en realidad no tenían poderes mágicos. Entonces los creadores de la industria chinesca lanzaron un rumor que convulsionó a la opinión pública durante años. «Los chinitos de la suerte sólo funcionaban si se te perdían» y «Pisar un zurullo de perro trae buena suerte«.
Durante unos días, se pudieron observar a muchos transeúntes perdiendo disimuladamente sus chinitos a la vez que pisaban algún que otro zurullo fresco, ya que se rumoreaba que así la suerte se multiplicaba por tres.
Al poco tiempo, los chinitos de la suerte desparecieron de las cremalleras, de los cordones de zapatos, de las correas de los Casio F-81 y de cualquier otro lugar donde a alguien se le hubiera ocurrido colgárselos.
Nada se sabe de ellos desde aquellas lejanas fechas, excepto que por aquellos días, se pudieron observar multitud de objetos voladores extraños en la atmósfera que el gobierno calificó como «globos meteorológicos»… ¿Volvieron quizás los chinitos de la suerte al planeta del que procedían?
Nunca lo sabremos. Mientras tanto podemos honrar su memoria cantando todos al unísono esa coplilla que decía:
¡¡Son los chinitos de la suerte, los auténticos chinitos de la suerte, toca madera, toca madera, toca madera ya!!
- Lo siento. No he podido evitarlo. [↩]