La mili
Hubo un tiempo en el que había una experiencia por la que tenías que pasar, si o si, si querías convertirte en un hombre. No, no estoy hablando de vuestra primera pajilla. Hablo del servicio militar obligatorio o, familiarmente, la mili.
Se que os parecerá una cosa del pasado, más antigua que el hilo negro, pero en realidad, el servicio militar obligatorio fue abolido en España el 31 de diciembre de 2001. Hace menos de ocho años.
La mili era una putada para la mayoría de nosotros. Sobre todo para los que hubieran cometido el fatal error de dejar los estudios. En mi caso, como habréis imaginado, me libré a base de echar prórrogas por estudios hasta aburrir al ejercito. Pero muchos amigos míos no tuvieron esa suerte y tuvieron que ir a regalar un año de sus vidas a la patria, además por la cara. Totalmente de gratis.
Había otras maneras de librase de la mili. Una era tener los pies planos, pero sólo algunos elegidos podía disfrutar de tal honor.
Otra era estar loco. Mucho amigos míos se hubieran librado por esta causa.
Cuenta la leyenda, que algunos también se libraban por medio de un misterioso sorteo que eximía a unos pocos elegidos, de tener que pisar el cuartel. No se si esto es cierto. Desde luego, yo no conozco a nadie que se librara por ese método, así que lo dejamos en el apartado de leyendas hasta que alguien aporte un poco de luz sobre el asunto.
Otra opción era hacerte objetor de conciencia y pasarte una temporadita paseando ancianos, recogiendo basura o haciendo fotocopias.
Algunos nos libramos de la mili, si, pero de lo que no nos podemos librar es de las batallitas que nos cuentan todos los que tuvieron que hacerla. Su misión es quemarnos el cerebro, una y otra vez, con la misma anécdota, a modo de venganza.