El Fresquito
Hoy toca hablar de uno de los manjares acidulados más exquisitos que puede proporcionar un quiosco: El Fresquito.
Una de las pocas chucherías, junto con los polo flash, que se vendía en envoltorio individual.
En mi humilde opinión, ese precisamente fue el gran secreto de su éxito. No el envoltorio en sí, sino las bonitas ilustraciones que lo adornaban.
¿Qué maleable mente infantil podría resistirse a comprarlo, después de ver la cara del chaval del envoltorio? Un niño con cara de merendar bocadillos de tripis no puede significar mas que una cosa: Señora, póngame tres y rapidito que tengo el mono.
El Fresquito no era más que una piruleta con forma de dedo que venía en un sobre junto con unos polvos misteriosos sabor «cereza». Además del clásico acidulante E-330 (ácido cítrico), el Fresquito contenía algún tipo de elemento químico secreto que podía convertirnos en tristes yonkis glucópatas, de comportamiento totalmente impredecible.
La habilidad empresarial de Fiesta S.A., ha hecho que los Fresquitos todavía sobrevivan en pleno siglo 21. Incluso han conseguido introducirse en el mercado americano, dominado tradicionalmente por cárteles colombianos, creando una nueva generación de adictos potenciales a las drogainas varias.
Para terminar, una recomendación: No abuséis de los Fresquitos si superáis la treintena. Una sobredosis de polvos blancos a esas edades produce comportamientos demenciales solo achacables a sustancias prohibidas por la OMS. Además retrasa el crecimiento.