Malotes de ayer, hoy y siempre
Ya estamos de vuelta. Si amiguetes, ya podéis dejar de enviarme anónimos amenazadores y de llamarme por teléfono para amedrentarme con vuestros jadeos. Sobreviví a los 80, ya nada puede destruirme. Muaaaaaa ha ha ha ha ha (inserte aquí el sonido de un trueno).
Esta entrada debería haberse publicado ayer, tal y como os prometí. El caso es que encendí el ordenador y no había Interneeeeeeeeeeee. Entonces recordé las enseñanzas del gran Enjuto Mojamuto y me dispuse apagar y encender el router. Luego recordé que no tengo router porque le robo la línea a un vecino que ni conozco. Me dio tanto asco de mi mismo que me fui a tomar unas cañas. Ese es, en esencia, el motivo por el cual ayer no publiqué nada.
Ahora a lo que vamos. Hoy os quiero hablar de los malotes que han marcado mi vida y por ende la de la mayoría de vosotros. Antes de empezar os advierto que este verano me he leído un poco menos de la mitad de un libro llamado, El hombre que lo tenía todo todo todo, de Miguel Ángel Asturias, así que no os asustéis si uso palabras como por ende o amedrentarme. Iré haciendo aclaraciones para los de la E.S.O.
Arquetipo de malo
En toda historia que se precie, debe existir un hijoputa que se dedique a intentar que los buenos no consigan sus objetivos. Este personaje suele ser un desgraciao que está jodido porque en el colegio se reían de sus deformidades, o porque sus padres nunca le dijeron el día que nació para no tener que regalarle nada por su cumpleaños.
Estos son algunos de los que recuerdo con más asco.
Gargamel: El malo de los Pitufos. Yo siempre pensé que este tío era cura, pero resulta que es un brujo especializado en alquimia. Vive en el bosque con la única compañía de su gato Azrael, lo que me hace pensar que es un rato gay.
Su único objetivo en la vida es cazar y destruir a los Pitufos. Sus motivaciones no están muy claras. En unos capítulos los necesitaba para fabricar oro, en otros los necesitaba para encontrar la piedra filosofal y en otros, simplemente le apetecía hacer sopa con ellos. El caso es que después de muchos fracasos, al tío no se le ocurre otra cosa que fabricar a Pitufina, para intentar meter cizaña entre los Pitufos machotes y hacer que descuiden sus defensas.
Hombre, como idea no está mal, podría haber funcionado, si no fuera porque Pitufina salió un poco fresca y le molaba eso de estar todo el día rodeada de nabos azules. Por otro lado ¿No hubiera sido mejor crear a una compañera para él y así dejar de matarse a pajas? Lo dejo en el aire para que reflexionéis sobre el asunto.